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(III) La actriz que sobrevivió el misterio: Greta Garbo
Escribir hoy sobre Greta Garbo es hablar de una lejana abstracción. Es evocar un tiempo en el que la magia de la vida se conjugaba en blanco y negro. El amor era una ciencia simple a la cual podía accederse más o menos confortablemente desde una butaca y el mundo era un espacio rectangular con música de fondo y un altísimo grado de previsibilidad.
Pero evocar a Greta Garbo es también, y por encima de todo, recuperar la armonía de un rostro. Un rostro único en la historia del cine. Un rostro de refinada e irreprochable belleza, delineado, muy probablemente a la medida del ideal de perfección que Platón y los poetas clásicos concibieron alguna vez en sus largos devaneos estéticos filosóficos para que alumbrara los días y las noches de la humanidad futura. Ese rostro del que hablamos estaba unido a un cuerpo largo y flexible que se deslizaba por los decorados con la autoridad y prestancia de una suerte de altiva emperatriz. El público sin embargo curiosamente no le prestaba demasiada atención a ese cuerpo elegante y majestuoso porque en Greta Garbo el prestigio absorbente del rostro, parecía opacar todo los demás: el cuerpo, los brazos dipresentemente caídos a los dos costados y hasta el indudable talento interpretativo que asomaba por detrás del hechizo de sus rasgos faciales, todo esto quedaba relegado a un discreto segundo plano. Lo principal, lo primero, lo excluyente era sólo el rostro.
Cuando Greta Garbo ocupaba el centro de la escena cinematográfica, cualquiera fuese la distancia que mediase entre la cámara y su silueta de gran protagonista, la estrella total y absoluta de la película era el rostro de la actriz. Ese rostro estelar ante el cual se rindieron millones de espectadores en el mundo entero. Pero, ¿Quién era en realidad Greta Garbo?
Para responder a esa pregunta es necesario reconstruir paso a paso la historia de Greta Lovisa Gustafsson, que así se llamó en realidad la ilustre sueca hasta el día en que el cine se cruzó en su camino y transformó su vida hasta el punto de instalar su nombre en este codiciado y exclusivo podio de los inolvidables.

Niñez y adolescencia
Había nacido en Estocolmo, el 18 de septiembre de 1905 en el seno de una modesta familia de campesinos transplantados a la ciudad. Su padre, Karl Alfred Gustafsson, había dejado de ser un jornalero rural para convertirse en un trabajador municipal y su ocupación consistía en barrer escrupulosamente las calles de la capital sueca, tan merecidamente prestigiosas por su limpieza y pulcritud. Su madre, Anna Lovisa Karlson, había dejado atrás también su condición de trabajadora rural y se ganaba la vida en la ciudad como empleada domestica.
El barrio de Estocolmo en el que Greta Gustafsson nació y se crió se llamaba Sodermalm y era en los comienzos del siglo XX, un típico barrio sencillo y laborioso, habitado principalmente por gente proveniente del campo, es decir por familias que se habían lanzado a la aventura de vivir como inmigrantes en su propio país.
Cuando Greta tenía 14 años perdió su padre; tuvo que dejar el colegio para contribuir al sustento de su familia. Su primer empleo fue en una peluquería y más tarde, pasó a ser vendedora de sombreros en una importante tienda de Estocolmo.
Curiosa premonición. Una de las imágenes más famosas de la Greta Garbo convertida ya en estrella total del firmamento cinematográfico, iba a ser aquella que la mostraba contemplando en una vidriera comercial un codiciado sombrero sobrio y espigado que parecía resumir la quinta esencia de la moda del París elegante. Era una escena de "Ninotchka", donde la heroína del film empezaba a sufrir los vaivenes de su profunda contradicción entre los dos extremos que intentaba regular su vida. Por un lado su fidelidad a la rigurosa ideología comunista, por el otro el creciente apego a las frivolidades y los símbolos más tentadores de la elegancia femenina. De un lado la hoz y el martillo, del otro, las deliciosas veleidades de la moda francesa. Quienes vieron la película seguramente recuerden la escena.
Pero retomemos el desarrollo cronológico de la historia de Greta Gustafsson. De su puesto de vendedora de sombreros pasó sin demasiada dificultad a integrar el equipo de modelos publicitarias que exhibían en la capital sueca los últimos adelantos de la moda. Tenía en aquel momento 16 años y cualquiera podía adivinar que su próximo paso sería como fue, el que la proyectaría de lleno, al pujante firmamento de la industria del cine, que en Suecia, estaba alcanzado un notable desarrollo.

Los comienzos
Mientras se lucía como atracción, cada vez más notable en distintos cortos publicitarios de la época, la joven modelo tuvo la inspiración e intuición de matricularse en la Real Academia Dramática de Estocolmo, con el objeto de adquirir algunos rudimentos de interpretación teatral y sobre todo, para aprender a pararse sobre un escenario. En la Real Academia conoció algunos de los directores escénicos más prestigiosos de la época, entre ellos a Eric Petscher, que le ofreció debutar en el cine. Filmó así su primera película titulada "Pedro el tramposo", rodada en 1922. Pero su verdadera consagración llegaría de la mano de quien era considerado uno de los impulsores más brillantes de la cinematografía sueca, en ese momento, Mauritz Stiller. Con él filmó "La redención de Gösta Berlina" en 1923, que significó un avance fundamental en su carrera, pues la familiarizó con un cine de elevado refinamiento estético.
Con ese antecedente estuvo ya en condiciones de trabajar con uno de los directores más importantes del expresionismo cinematográfico alemán, el austriaco George Wilhelm Pabst con quién Greta Gustafsson realizó en 1925, en Berlín, "La calle de la alegría", una película ampliamente conocida por los vuelos cinéfilos, ya que frecuentemente se la incluye en los sitios de de remisión de esa corriente decisiva del cine mudo alemán, que fue el expresionismo. En ese mismo año, en 1925, el gran empresario Louis B. Mayer, uno de los legendarios fundadores de la "Metro Goldwyn Mayer", se presentó en Berlín como parte de un viaje destinado a explorar el mercado europeo, en busca de nuevos talentos para la cada vez más pujante industria de Hollywood. En la capital alemana, Mayer trabó contacto con Mauritz Stiller, cuya incipiente obra cinematográfica había tenido oportunidad de apreciar. También conoció a Greta Gustafsson que estaba filmando con Pabst, como ya dijimos, "La calle de la alegría". Cuando Mayer regresó a los Estados Unidos, llevaba en su bolsillo un contrato que vinculaba a los dos, a Stiller y a Greta con la "Metro Goldwyn Mayer". Y así el 27 de junio de 1925 Stiller y su actriz preferida, a quien ya había convencido de que adoptara el nombre de Greta Garbo, más adecuado a los requerimientos publicitarios de la época, se embarcaron hacia Nueva York. El destino final del viaje, obviamente, era California. Y en California Los Ángeles y allí Hollywod.

En Hollywood
Así comenzaba la gran aventura que iba a convertir a la ex vendedora de sombreros en una de las máximas leyendas del séptimo arte y fuera de toda discusión, en la súper estrella total de la inmensa fábrica internacional de sueños, que los pioneros de la industria fílmica estaban consolidando en Hollywood.
El debut de Greta Garbo en el cine norteamericano se produjo en ese mismo año, 1925, con la película "El Torrente", en varios países conocida como "Entre naranjos". A ese film le siguieron "El demonio y la carne", que marcó el comienzo de la vinculación de Greta Garbo con quien sería uno de sus directores preferidos, Clarence Brown. "Ana Karenina" en su versión muda, dirigida por el sueco Víctor Jostrow, "La dama misteriosa", "La mujer ligera" y "El beso", entre otras.
La década del 20, del siglo XX, marcó cambios significativos, algunos estimulantes, otros tal vez amargos, en la vida de Greta Garbo. Mientras ella recogía resonantes éxitos artísticos y comerciales, su descubridor Mauritz Stiller sólo cosechaba fracasos. Los biógrafos de la actriz atribuyen esos fracasos a la dificultad del actor para manejar los códigos de una industria que parte se deshumanizaba aceleradamente. Stiller no logró entenderse con los máximos conductores de la "Metro" y finalmente regresó a su país donde murió poco después de cumplir 45 años.
Con "El demonio y la carne", una de sus máximos éxitos, filmada en 1927, se incorporó a la vida de la actriz el conocido John Gilbert, con quien compartiría posteriormente otros éxitos. Pero la dupla Gilbert - Garbo se quebró ruidosamente con la llegada del cine sonoro. Es que Greta salió victoriosa del desafió que significaba incorporar a su múltiples encantos personales, el atractivo de su voz. Tal es así que su primera película hablada "Anna Christie", realizada en 1930, fue lanzada al mercado con un slogan audaz: "Garbo habla". Y Garbo habló. Y su voz sobria, intensa y seductora, cautivó a las multitudes. La prueba de fuego de agregarle una voz a su ya mitológico rostro resultó un éxito en toda la extensión del mercado cinematográfico internacional. Para John Gilbert en cambio, la llegada del sonido, del cine sonoro, significó una verdadera catástrofe, su voz chillona y desagradable, resultaba inconciliable con su imagen de galán sobrio y viril. En 1934 en su imposibilidad de lograr que su imagen y su voz convivieran armoniosamente, John Gilbert se retiró del cine y murió olvidado dos años más tarde.
Greta Grabo se reponía con relativa facilidad de las perdidas que su ascenso a la fama le iba imponiendo. Era seguramente el precio ineludible de su acceso a la gloria. Con Mauritz Stiller se había marchado el hombre que había jugado un papel determinante en su carrera, con John Gilbert se había ido un colega y compañero de trabajo eficiente y leal. Pero había que pensar y sentir en dirección al futuro, no al pasado.
Muy pronto su instinto de actriz y de mujer la hicieron comprender que el más tradicional de esos aliados no iba a ser ninguno de los actores, directores o empresarios que la vida le iba poniendo al lado. El más trascendental de los aliados era ese misterio que espontáneamente se había ido generando en torno de su refulgente condición de estrella internacional. En realidad Greta vivía un romance arrollador y apasionado con ella misma. Y presentía que ese romance gozaría de buena salud, mientras ella fuese capaz de mantener ese clima fascinante de misterio, que flotaba a su alrededor.

El misterio
Greta se había enamorado perdidamente de su personalidad enigmática, del misterio insoluble que los públicos del mundo entero percibían en torno a su figura de actriz y de mujer. Por eso defendió su misterio con uñas y dientes y cuando advirtió que ya no le sería posible sostener la muralla de silencio que había construido pacientemente a su alrededor, es decir cuando sintió que su romance con ella misma estaba seriamente amenazado, no vaciló en decirle adiós a Hollywood y a su carrera cinematográfica. Y se alejó de todo contacto con el mundo, con el periodismo, con la vida social, con todo aquello que pudiera exponerla a la curiosidad pública.
Tenia apenas 36 años cuando se recluyó en su departamento de Nueva York, en las vecindades del Central Park. Comprendido en una especie de claustro personal, más impenetrable e inaccesible que el de la más rigurosa orden religiosa de clausura.
Por supuesto, quedaron para la posteridad sus admirables películas, las ya mencionadas y las de la década del ´30: "Inspiración", "Romance", "Susan Lenox", "Cuando tú me deseas", "Gran Hotel", entre tantas otras.
Quedaron sus memorables caracterizaciones de "Mata Hari", de "La Reina Cristina de Suecia", de "Ana Karenina" en su otra versión, la versión sonora que dirigió Clarence Brown, y de "Las damas de las camellas" en la versión realizada por George Cukor. Y quedó sobre todo la certeza de que ya nadie en el mundo podría imaginar a la inmensa heroína del León Tolstoi o a la conmovedora Margarita Gautier con un rostro diferente al de esa maravillosa sueca, que un día cruzó el océano para que la vida se conjugara en blanco y negro y el amor fuera una ciencia a la cual se pudiera acceder desde una platea.

¡Garbo habla y ríe!
Un día Hollywood se preguntó si existiría alguna fuerza en el mundo capaz de hacer reír a Greta Garbo, a la diva inconmovible y seria, a la divina, y descubrió que sí, que había alguien capaz de esa proeza, era Ernst Lubitsch, el maestro universal de la comedia. En "Ninotchka" filmada en 1939, el maestro hizo reír a la Garbo. "¡La Garbo ríe!" Dijeron las gacetillas de prensa como antes habían dicho "¡la Garbo haba!".
Quienes vieron ese film seguramente recuerdan la escena: Greta Garbo esta sentada en la mesa de una confitería o de una taberna y estalla en una ruidosa carcajada cuando su galán, Melvyn Douglas, se hecha hacia atrás en su asiento en un gesto exhibicionista y altanero y él y su silla ruedan estrepitosamente por el suelo.
La última película de la Garbo filmada a principios de la década del ´40, fue "La mujer de las dos caras". En 1941 la actriz se retiró del cine y se encerró para siempre en su claustro personal de Nueva York, que sólo abandonaría de tanto en tanto para viajar a Suiza, a Suecia o a París.
Murió muchísimos años después. Se retiró, como dijimos, en 1941 y murió el 15 de abril de 1990. Los medios periodísticos hicieron lo posible por quebrar su aislamiento, pero fue imposible. Su obstinado y fiel aliado, el misterio, ganó la partida. Greta se arrojó en los brazos de ese aliado y el abrazo duró medio siglo. Greta Garbo y Greta Gustafsson murieron juntas el 15 de abril de 1990 sin que ninguna cámara indiscreta se atreviera a vulnerar su impenetrable santuario personal.

Su retiro
Ni siquiera abandonó su retiro cuando la Academia de artes y Ciencias cinematográficas, en 1954, le otorgó el "Oscar" que nunca se le había otorgado y esta vez, por toda la trayectoria artística. La actriz no fue a retirar el premio, se dijo en aquel momento, que tenía un viejo resentimiento, porque el "Oscar" para el que había sido nominada en tres oportunidades nunca había llegado a sus manos.
Sobrevivió el misterio. El único amante o el único amigo en el que Greta sabía que podía confiar plenamente.

Opiniones
De ella dijeron entre otros:
Ingmar Bergman: "…Es difícil saber si los grandes mitos son eternamente mágicos por ser mitos o si la magia es una ilusión creada por nosotros, los consumidores".
China Zorrilla: "…Fue la mejor actriz del mundo. Era tal la sugestión de su cara, que uno se imaginaba el diálogo entero. Los actores jóvenes deberían verla para aprender".
José Martínez Suárez: "…Fue la actriz inolvidable; la belleza echa actriz y la incógnita echa mujer. Tenía una fotogenia mágica y una característica particular. Se retiró en el momento culminante de su carrera, por lo cual el mito se convirtió en leyenda inextinguible"
Enrique Pinti: "…Significó un arquetipo del ideal femenino de la década del '30, del siglo XX. Más allá de su capacidad actoral o sus personajes, trascendió como una reina de misterio y una mujer de atmósferas complejas. Es una esfinge. 'No te hagas la Greta Garbo', decían antes".


Abril 2009 - Nisan 5769
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